Domingo 10 de Noviembre de 2013
El ídolo pop canadiense enardeció a unas 40.000 fans argentinas en la primera de las dos presentaciones en el Estadio de River Plate de su "Believe Tour", que incluyó canciones de los tres álbumes en estudio que editó en su carrera.
En su segunda visita al país, el artista canadiense que aún no cumplió los 20 años renovó el contrato de amor con los -sobre todo "las"- asistentes a su show en un espectáculo que tuvo su clímax en el estadio pero que comenzó en sus alrededores y aún más, con escenas de llanto y devoción, remeras y vinchas alusivas y toda clase de merchandising ofrecido en forma oficial y también marginal.
Todo como continuación y remate del show que hace dos noches sucedió en Córdoba, donde fans locales sumaron a otros/as tantos/as de provincias aledañas, que en muchos casos asistieron junto a sus padres en función de su corta edad.
La actividad comenzó durante la tarde, con el sol alto, cuando se abrieron las puertas del estadio y con la llegada de la multitud hubo lugar para la actuación de los grupos Sonus, Owl City y los solistas Cody Simpson y Carly Rae Jepsen, en algo que era más una prueba de sonido que el disfrute de esas bandas.
La espera tuvo que ver con la ansiedad, y las bandadas de adolescentes y de muchas madres de atractivas figuras -tan entusiasmadas con el cantante pop como sus hijas-, dio la sensación de una ceremonia pagana, muy cercana a un imaginario erótico colectivo.
En la segunda visita argentina de Bieber, que motivó su mudanza por razones de griterío y obstrucción del tránsito desde un hotel de Puerto Madero a un lugar exclusivo en Nordelta, en la zona de Tigre, el show porteño del canadiense se benefició con que la tormenta anunciada no se produjo.
Algún rato después de la hora prometida, el espectáculo comenzó con artificios técnicos que fueron calentando la escena: tres pantallas gigantes emitieron imágenes del ídolo y momentos después un ajustado grupo de bailarines anunció lo tan esperado, todo con un despliegue sonoro atronador.
Bieber, el chico único, el ídolo, ese que parece estar a salvo de los escándalos de su vida privada, ese rostro hermoso y de peinado absolutamente calculado, estaba por aparecer en escena.
Finalmente ocurrió, las luces temblaron y River se estremeció como en los mejores clásicos. El, el chico sobrehumano, la celebridad, fue parte de la realidad.
Por momentos las exclamaciones fueron más potentes que la música; lo primero fue "All around the World", que la concurrencia coreó después de mil veces de escucharla en discos y por otros medios; lo mismo sucedió con "Take You", "Catching Feeelings", "One Time/ Eenie Meenie/ Somebody To Love" y "Love Me Like You Do", que exaltaron la manifestación de estrógeno de las muchachitas.
Hubo saltos, gritos, llantos, expresiones de éxtasis y palabras de amor expresadas en castellano y sobre todo en inglés, para que llegaran más rápido, pero la culminación llegó cuando el cantante se quitó la remera y la locura se apropió del recinto.
Luego llegaron "She don`t Like The Lights", "Die in your Arms", "Out of Town Girl", "Be Alrightt", "Fall" y "Never Say Never", en un orden aleatorio, aunque lo importante no fue la parte musical -que sobresalió por la profesionalidad de músicos y técnicos- sino la presencia, la voz y los movimientos de ese fenómeno mediático que mueve multitudes.
Todo eso, se sabe, es un producto cuidadosamente elaborado por las grandes compañías de la música y el espectáculo, pero algo tiene de particular Bieber que otros, tal vez miles, que están en las mismas gateras, no pueden lograr.
El show del cantante se repetirá hoy domingo a las 21 en el estadio de River Plate, a la espera de que no llueva y, como dicen los carteles de las corridas de toros, "si Dios quiere y el tiempo lo permite".