Sábado 13 de Abril de 2013
La primacía de La Cámpora en la ayuda: significado más allá del temporal. Se caen candidaturas, se habla de reemplazos. Nuevos aires entre Scioli y CFK. Movidas en la oposición.
Todavía conmocionada, la política del oficialismo bonaerense ya acusa las primeras consecuencias palpables de las inundaciones que devastaron a la ciudad de La Plata: algunos sectores escalaron posiciones y demostraron que pesan cada vez más en el esquema de poder del kirchnerismo, ciertas candidaturas que parecían firmes ya no lo son tanto, al tiempo que se palpa un clima de menor tensión entre la Casa Rosada y la Gobernación, que se tradujo en negociaciones, todavía incipientes, en pos de un arreglo financiero que descomprimiría algo la situación de Daniel Scioli, quien más temprano que tarde deberá afrontar una crisis que el agua sólo puso en pausa.
La patética discusión por el número de muertos que enredó a sectores del poder judicial y amenazó con dejar en un feo off side al Gobierno provincial demostró que, también en ese plano, nada funcionó como debería en la ciudad que supo encarnar la utopía modernista de un país entero. La postal de decadencia es lastimosa: ya no se trata de no haber hecho casi nada para prevenir una catástrofe sobre la que sobraban las advertencias, el episodio dejó en claro que ni siquiera existen (en La Plata ni en ningún otro lado) protocolos confiables para contar a los muertos que dejan la ineficacia y la imprevisión. ¿Cómo confiar así en que de ahora en más las cosas se harán bien?
Contra ese fondo ominoso, la política desplegó su juego. En ese plano, el protagonismo que tuvo Unidos y Organizados, la megaorganización K hegemonizada por La Cámpora, en las tareas de asistencia y reconstrucción posteriores a la catástrofe se transformó en un dato mayúsculo. Ese espacio fue, en lo sustancial, el brazo ejecutor (casi un Estado dentro del Estado) del despliegue territorial que dispuso la Casa Rosada. Mucho más que un esquena para minimizar costos políticos: la confirmación de un cambio de equilibrios al interior del mundo K, que relega al peronismo más tradicional a un segundo plano.
Pero esa dirigencia histórica (que en el caso de los intendentes mira con recelo el crecimiento de sectores que le disputan poder, aunque en público los alaben) no fue la única desplazada: la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner también sufrió. Tuvo un paso fallido por La Plata y después se la vio poco en la ciudad, en la que no instaló un bunker propio para llevar la ayuda, aunque hubiese sido lo natural dado su rol institucional. Para colmo, el mismo domingo posterior a la inundación, un periodista al que el mundo K considera una suerte de oráculo, dijo que nunca se pensó en que fuera a encabezar la lista bonaerense de candidatos a diputados nacionales del FpV.
En el entorno de la ministra dicen que la versión de su postulación nunca fue más que eso: una versión. "Algo que dejamos correr porque no convenía", se atajan. Pero lo cierto es que Alicia, que según la encuesta no era una postulante que precisamente enamorara al electorado, difícilmente sea la forma de llevar el apellido Kirchner a la lista. Es probable que a ella no le importe demasiado: se limita a cumplir las órdenes de la Presidenta. Pero a los que su tropiezo sí les parece relevante es al resto de los posibles postulantes K. Especialmente al diputado Fernando Navarro (del Movimiento Evita) y el secretario de Seguridad, Sergio Berni, que suenan como relevos.
Aunque el cierre de listas para las primarias es el 22 de junio, en términos electorales dos meses es mucho tiempo. Y ni Berni ni Navarro (sobre todo el segundo) tiene intención de voto conocida. Así que todo puede variar. Pero resulta sintomático que el kirchnerismo haya lanzado la versión: es una forma de confirmar que quienes tuvieron una mejor perfomance (en el territorio y en la opinión pública) durante la tragedia, están ahora en alza. Otro dato: aunque no son camporistas, se trata de dos dirigentes identificados con el mundo que viene desplazando, en las preferencias de la Presidenta, al peronismo propiamente dicho.
Más calmados
Las relaciones entre La Casa Rosada y la Gobernación también parecen haber sido impactadas por la catástrofe: hay, perceptiblemente, menor tensión que antes. Es parte de un reflejo político elemental: seguir cruzándose en medio de los muertos en vez de mostrar una imagen de (relativa) colaboración hubiese sido un suicidio de cara a la opinión pública. Es cierto que el sciolismo fue excluido de la movida de Unidos y Organizados y que desde sectores kirchneristas (y de varios de la oposición) ya avisaron que no acompañarán el pedido de juicio político al juez Luis Arias, que llevaba una investigación sobre el número de muertos que contradecía al gobierno de Scioli.
Pero también es cierto que después de mucho tiempo el Gobernador estuvo en primera fila en un acto en la Casa Rosada, en el que la Presidenta lo trató con amabilidad. Scioli, por su parte, firmó un cronograma electoral que descarta el desdoblamiento de las elecciones, tal como quería la Casa Rosada. Más importante aún, según pudo saber DIB, hay abiertas negociaciones para que la Nación le habilite a Scioli al menos parte del endeudamiento que fue aprobado en el presupuesto vigente, lo que daría algo de aire financiero a una administración plagada de falencias, que mañana volverá a oir reclamos salariales de los gremios docentes, parte de una crisis irresuelta aún.
No se trata siquiera de una tregua. Mucho menos de un arreglo: no están removidas las razones (electorales) que motivaron el conflicto. Apenas es un momento de menor tensión. Pero, a tenor de lo que ocurría hace dos semanas, no es poco. La evolución dependerá de Cristina y de Scioli, y de cómo perciban que impacta en el electorado el nuevo clima entre ellos. Por lo pronto, algo es seguro, el cierre de listas volverá a poner a prueba la relación: cerca del Gobernador aseguran que aceptará un ninguneo total. Pero no está claro si Cristina se conformará con eso. Hace solo unos días, parecía que no.