Miércoles 4 de Agosto de 2021
En la cordillera neuquina, poblaciones de mapuches y de criollos producen este cultivo ancestral a escala familiar para autoconsumo y para conservar y compartir las semillas. Junto con el INTA trabajan para revalorizar su producción local.
La mayoría de las plantaciones de quinoa en Argentina se concentran en Salta y Jujuy. Sin embargo, en la Norpatagonia el cultivo subsiste en comunidades mapuches y criollas y se cultiva en diferentes parajes a escala familiar. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) junto con familias de Varvarco –norte de Neuquén– trabaja en la conservación de este cultivo para revalorizar el material genético de quinoa local y aportar conocimientos para su producción.
A partir del trabajo con esas comunidades se mostró que las semillas de quinoa fueron obtenidas por intercambios comerciales o trueques de productos locales. Las semillas de ‘quingüa’, ‘kinwa’ o ‘quinua’ –como también se la conoce– que se cultivan en ese paraje son el resultado del trabajo de agricultores familiares en el proceso de adaptación a las condiciones ecológicas propias de la cordillera neuquina.
Miryam Barrionuevo –técnica del IPAF Patagonia del INTA– señaló que los materiales vegetales que se cultivan en esta zona tienen características fenotípicas y etapas fenológicas similares a las quinoas del centro de Chile. “La introducción de esas semillas contribuyó a la seguridad alimentaria de las familias productoras en los períodos de escasez y la alimentación en base a ese cultivo es parte de la herencia cultural que logró asentarse en el territorio”, expresó.
Algunos productores familiarizados con el cultivo de quinoa multiplicaron las variedades comerciales y materiales locales. Del mismo modo, las semillas obtenidas se compartieron a otros agricultores y los materiales circularon por la zona, llegaron a las ferias de intercambio de semillas y comenzaron a cultivarse en distintos puntos de la provincia.
Las ferias son parte del sistema informal de semillas y permiten poner en valor los materiales genéticos locales. Según el registro de la feria de intercambio de semillas de Zapala, en 2012 una de las participantes de Varvarco llevó semillas para intercambiar y de esa forma se estableció el primer contacto con las familias productoras de quinoa.
En los últimos años, además de donar a los bancos de germoplasma, los agricultores manifestaron que compartieron las semillas por fuera del círculo familiar y local y se amplió el área de distribución de la quinoa de Varvarco hacia otros pueblos y parajes. En la actualidad, el cultivo de quinoa en la Patagonia se limita a la producción familiar para autoconsumo y, en muchos casos, se siembra exclusivamente para conservar semillas.
De acuerdo con los productores de Varvarco, la quinoa es un alimento muy bueno, rico y completo que en el pasado era parte de la dieta diaria de la población y hoy es consumido en menor cantidad como para “darse un gusto”.
Para Alejandro Mogni –técnico del INTA Chos Malal, Neuquén– la baja producción actual de quinoa abastece la demanda de las familias, pero no permite generar excedentes para ofrecer en el mercado local. “Algunos productores reconocen que para mantener y aumentar la escala de producción de quinoa es necesario contar con maquinaria para la trilla y el escarificado de los granos”, señaló.
Además, Mogni remarcó que los cultivos agrícolas en esta región son –mayormente– parte del sistema ganadero trashumante, que se complementa con otras actividades: “Por esa razón, es necesario contemplar las estrategias y los conocimientos de los agricultores que deciden resguardar los recursos genéticos a la hora de promover el aumento de escala o la introducción de germoplasma”.
La información generada a partir de la experiencia con la comunidad de Varvarco mejora el conocimiento sobre el comportamiento de la quinoa local para adaptar los calendarios y densidades de siembra, el manejo del suelo, la sanidad y la cosecha a nuevas condiciones en otros agroecosistemas.