Lunes 18 de May de 2020
Las familias crianceras trashumantes de Neuquén, que estuvieron exceptuadas de las medidas de aislamiento por la pandemia hasta llegar a sus puestos de invernada con sus animales, hablan sobre su difícil realidad marcada por el frío, la sequía y los grandes terratenientes.
La trashumancia consiste en un sistema que sigue los ciclos naturales del clima, en el que los pastores se trasladan con sus rebaños -principalmente caprino, y en menor medida ovino y vacuno- y sus familias completas en busca de los mejores pastos para sus animales.
Esta práctica ancestral que sigue viva en el norte neuquino, no es sólo un modo de producción, sino que es toda una forma de vida y una cultura que conforman un rico patrimonio inmaterial de la provincia. Las familias crianceras pasan el invierno en las tierras bajas del centro de la provincia, y en el verano se trasladan hacia la montaña, donde encuentran vegetación tierna en las faldas de la cordillera.
Los pequeños productores o crianceros trashumantes de Neuquén se concentran en su mayoría en la zona norte del territorio provincial. Persisten en una lucha desigual contra los crudos inviernos, la falta de tierras aptas, de agua y contra el desplazamiento de alambradas que obstaculizan la circulación por las huellas de arreo. Sus piños (pequeños rebaños) de chivos, ovejas, algunas vacas, caballos, además de perros, son el capital que apenas les alcanza para sobrevivir.
Rosario Soto es una mujer criancera trashumante que hace pocas semanas regresó de la “veranada” a su casa ubicada a 6 kilómetros de la localidad de El Cholar, distante a 400 kilómetros de la capital neuquina.
En pleno siglo XXI y antes de que termine cada año, junto a su esposo y uno de sus hijos, recorre a caballo durante dos días el trayecto por lugares donde no hay caminos para trasladar su piño a la “veranada” para que puedan alimentarse con buenos pastos y estar en buenas condiciones para enfrentar el crudo invierno que se viene, al que llaman “invernada”.
“Esto es mi vida. A mí siempre me gustó: yo fui ama de casa y crié a mis hijos de esta manera y fue mi salida económica con mis poquitos animales“, sostuvo Rosario porque en esta actividad, como en tantas otras, la presencia femenina ha permanecido invisibilizada.
Rosario está asociada a la Cooperativa Campesina del norte de la provincia cuya sede central está en la ciudad de Chos Malal. Destaca el respaldo que han tenido en algunos conflictos –aún no resueltos– con la propiedad de las tierras. “Estamos rodeados de grandes terratenientes que tienen mucha tierra y nosotros tenemos muy poco para cuidar a nuestros animales”, contó.
“Estuve con ganas de aflojar, de vender todo, porque a veces el atropello es mucho y una se siente excluida de lo que está haciendo, es un trabajo muy sacrificado y para una no hay frío, no hay calor y hay que salir igual porque, sea la hora que sea, si su animal necesita ayuda, tiene que ir a ayudarlo, a cuidarlo”, expresó en diálogo con Télam.
Saúl Jara es un criancero de 51 años de edad, separado y con dos hijos. Regresó de la veranada el 18 de abril a su casa ubicada en el Paraje Naunauco, a 30 kilómetros al sur de Chos Malal para “hacer la invernada”, después de un recorrido trashumante de más de 150 kilómetros, que le demanda 9 días aproximadamente a caballo para trasladar su piño de chivas, algunas vaquitas y la tropilla de caballos.
La vigencia de la trashumancia tiene una clara explicación en palabras de Jara: “Para no hacer la trashumancia, tendríamos que tener buenas tierras, así de simple. Pero a medida que uno va arriando el piño, las huellas van siendo más angostas, le van poniendo alambre por las orillas y se complica para el criancero”.
En cuanto los factores económicos y políticos que deben enfrentar los pequeños productores trashumantes, el abogado Emanuel Guagliardo afirmó que “los pequeños crianceros y comunidades mapuches fueron relegadas a las tierras de menor aptitud ganadera y los grandes terratenientes aliados al poder político nacional en el primer periodo del estado nacional (luego de la Conquista del Desierto) se quedaron con los mejores campos”.
El abogado también indicó que “los subsidios que el gobierno de la provincia realiza del incentivo ganadero están directamente relacionados con la cantidad de cabezas que posee el productor. Entonces –añadió– con este sistema de fomento, que es el único para este sector, siempre termina en manos de los ganaderos de mayor desarrollo”.