Viernes 19 de Abril de 2013
En Argentina, más del 50 por ciento de la población mayor de 18 años es obesa o tiene sobrepeso. El avance del otoño puede ser un impulso para adoptar nuevos hábitos.
Los cambios de hábitos se inician desde que se va al supermercado, al elegir mejor los alimentos y conociendo cuáles son las opciones saludables. Continúan en la elección del menú, del método de cocción y del tamaño de las porciones para cada comensal. La alimentación es un acto de enorme responsabilidad individual y comunitaria.
Sobre la incorporación gradual de la actividad física y la eliminación progresiva del sedentarismo –importante factor de riesgo de enfermedades surgidas de la alteración del sistema metabólico y cardiovascular– cualquier ejercicio aeróbico es útil para bajar de peso, sólo es cuestión de tomarse el tiempo para uno. Cada combustible gastado, no podrá ser almacenado y será más sencillo lograr un balance negativo de energía. Entre las opciones se citan caminar, correr, trotar, nadar, bailar o andar en bicicleta. O, simplemente, usar un cuentapasos e intentar alcanzar 10.000 pasos diarios. Es importante hacerlo entre 30 y 60 minutos por día, de cinco a siete veces por semana. No es aconsejable hacer muchas horas de ejercicio, pocas veces por semana; por ejemplo, el domingo; eso es inútil.
Lo ideal es tender hacia la actividad física programada, es decir, aquella para la cual la persona destina en forma consciente y planificada una parte de su tiempo y que permite, gracias a la persistencia, producir cambios en el organismo.
En sólo 12 semanas se puede perfectamente iniciar y afianzar un plan integral de conductas saludables, que incluya una toma de conciencia sobre la importancia de modificar hábitos, tanto los referidos a una alimentación más saludable como a la práctica de actividad física de acuerdo a las posibilidades de cada individuo. Toda actividad en ese sentido debe realizarse bajo supervisión profesional. Es preciso tener en cuenta que no toda persona está preparada para realizar cualquier actividad física y que, hacerla sin control también puede ser peligroso.
De todas formas, aprovechar una fecha en el calendario para cambiar de vida constituye un paso que es bueno no reprimir. Esto puede ser un buen punto de partida para consolidar estos cambios en el largo plazo: las dietas llevadas a cabo por un tiempo determinado suelen dar resultados pobres. Lo importante es encarar programas que puedan mantenerse en el tiempo y que sean sustentables.
Supervisión. Un plan de alimentación siempre debe ser monitoreado por un profesional, ya que muchas veces las personas incurren en errores al momento de elegir los alimentos y son víctimas de los mensajes poco claros de la industria alimenticia. Los productos denominados “ light ” no siempre ayudan en un plan de descenso de peso e, inclusive, pueden aportar azúcares o grasas en cantidades no despreciables. Por eso es importante aprender a realizar una cuidadosa lectura de los rótulos e incorporar estos productos en el marco de un plan integral de alimentación, con cambio de hábitos y ejercicio físico incluido.
Para bajar de peso y mantenerlo, es esencial sostener los cambios. No es sólo cuestión de hacer una dieta, perder el peso y luego ganarlo nuevamente. Existe evidencia de que en un entorno favorable, para adoptar un hábito y volverlo inevitable, automático, es necesario un mínimo de tres meses. En 12 semanas se puede afianzar el comportamiento de una persona que busca descender de peso, pero también una vida más saludable. No es sólo una cuestión estética, pero en general un cuerpo cómodo es un cuerpo sano.