Jueves 2 de May de 2013

Las cicatrices que dejó el agua

  • Extra el pais y el mundo

Las consecuencias del temporal aún se ven en las calles de la ciudad, que intenta levantarse de a poco.

La calle va, los autos vienen

Varios vehículos aún hoy están en sentido contrario en calle 24 tras la inundación que los inmovilizó.

Por Marien Chaluf
de la agencia DIB

La Plata retomó inevitablemente su ritmo capitalino, aunque las cicatrices de lo que fue el trágico e inédito temporal del 2 de abril parecen huellas difíciles de borrar. La angustia aún flota en el aire, y el tema surge en cada conversación, casi obligatoriamente. Hoy la ciudad se rearma como un rompecabezas en el que cada pieza es una historia, una anécdota, un cúmulo de voluntades que buscan volver a la normalidad.

La ayuda mermó, aunque también lo hizo la demanda. "Ahora se ven los problemas que las donaciones no pueden subsanar", dice Graciela Ozuna, vecina de Villa Montoro, un barrio muy por fuera del casco urbano. Mientras tanto, algunas parroquias, clubes y centros culturales que sirvieron como lugares de recepción y distribución de donaciones, siguen trabajando en la clasificación de la ayuda que llega -aunque no con tanta frecuencia- desde que el gobernador Daniel Scioli pidió un "impasse" en esa acción.

Camino al Club infantil y juvenil General San Martín, en Tolosa, todavía se ven autos abandonados en las calles, muebles y objetos que se airean al sol en las veredas, y las marcas del agua, como hechas por un fibrón, trazan una línea por arriba del metro en cada casa.
El lugar que sirvió como uno de los centros de donaciones más importantes de la ciudad, retomó las clases de teatro, danza y pintura, y ahora, las puertas en las que fueron recibidos y abucheados Scioli y la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Alicia Kirchner, dos días después de la catástrofe, sólo se abren para los alumnos y los vecinos del barrio que colaboran allí. Frente al club, justo en la esquina de la avenida 7 y 523, el vicepresidente de la institución, Leandro Miliani, atiende la ferretería familiar, negocio que tampoco fue perdonado por el temporal. "La organización vino a suplir la improvisación oficial", dice, mientras muestra la impiedad del agua en cada rincón del local.

Un paisaje modificado

En el otro extremo de la ciudad, el comedor de Villa Montoro que lleva adelante Graciela, en 116 y 96, recuperó el espacio suficiente para volver a poner el tablón, alrededor del que se sientan los chicos del barrio cada día para merendar; es que durante las tres semanas que siguieron al temporal, las cajas de alimentos y las bolsas con ropa ocupaban casi el total de la superficie y llegaban hasta el techo del galpón hecho de chapa y madera.

Según cuenta Graciela, la ayuda demoró unos días en llegar, pero antes del fin de semana después de aquel martes, tenía tres camiones estacionados en la puerta, con agua, ropa y alimentos. "De repente había más de 10 personas que jamás habíamos visto ayudando a descargar", comenta.
Muchos de los chicos que hoy regresaron al comedor "Niños traviesos", vivían en las casillas a la vera del arroyo Maldonado, que fueron arrasadas por la corriente, y todavía se encuentran alojados en las viviendas de algún familiar que por lo menos conservó su casa en pie. "Da impresión ver el vacío de las casillas que no están, las maderas desparramadas, es como si después de tantos años el paisaje del barrio se hubiera modificado", explica Graciela.

La "reconstrucción"

Durante los días que siguieron al temporal se recolectaron unas 36.500 toneladas de residuos, y fueron aplicadas más de 60 mil dosis de vacunas, mayoritariamente contra la gripe. Sólo Cáritas entregó más de 1.500 toneladas de alimentos, sin contar las donaciones provenientes de todas partes del país y la asistencia de los distintos niveles de Gobierno.

En este contexto, el padre Daniel que trabaja con su parroquia en Altos de San Lorenzo, dice que "no se puede esperar que la ayuda caiga del cielo", por eso desde la pequeña iglesia Nuestra Señora de Fátima, en 75 y 22, inició una campaña para recolectar maderas y chapas, y con la colaboración de un grupo de fieles realiza relevamientos casa por casa, y luego reparte los materiales por el barrio para que los vecinos puedan reconstruir sus viviendas, acción que según dice, también realizan otros párrocos de la ciudad.

La Plata intenta así rearmar su cotidianeidad, y en un contexto en el que "aún persiste el miedo y el estado de alerta, la población inicia el proceso de reconstrucción", explica Silvia Bentolila, psicóloga a cargo de un programa de asistencia para los damnificados, dependiente del ministerio de Salud provincial.
Además, según Bentolila, la necesidad de saber qué sucedió también es parte del proceso: en la capital provincial cayeron un total de 392,2 milímetros en poco menos de cuatro horas, y si bien resulta un fenómeno inédito, la inundación puso sobre el tapete las responsabilidades políticas de la catástrofe, y reeditó una vieja polémica respecto al Código de Ordenamiento Urbano (COU) aprobado en La Plata en 2010, que priorizó el crecimiento poblacional sin medir las consecuencias.

A lo largo de estos 30 días, organismos especializados comenzaron con la tarea de investigar lo sucedido, mientras que las explicaciones y los pases de factura entre los distintos niveles de gobierno no alcanzaron para explicar las causas de un temporal, que a un mes, todavía deja más preguntas que respuestas, y que sin duda quedará para siempre en la memoria colectiva de los platenses.


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