Sábado 25 de May de 2013
La Presidenta abrió el periodo electoral. Los tres desafíos del kirchnerismo. La oposición ante el reto de no ser solo eso.
Con la combinación de los últimos anuncios económicos y los festejos por la década de gobiernos kirchneristas, el oficialismo se zambulló de lleno esta semana en el tiempo electoral, lo que enfoca todas las miradas en la provincia de Buenos Aires, el territorio clave de los comicios. Allí tiene por delante un desafío mayúsculo, en el que aún no ha dado pasos significativos: resolver las tensiones internas que podrían complicar su perfomance y potenciar a una oposición que, por su lado, tampoco logra resolver su integración ni constituirse como un polo "propositivo".
Las medidas de recomposición de ingresos de sectores populares y control de precios que lanzó Cristina Fernández son, más allá de su solvencia técnica, que aquí no se analiza, una apuesta a mejorar cierto malestar social que, si se cree a la mayoría de las encuestas, viene teniendo su impacto en la imagen presidencial, afectada también por la híper difusión de denuncias de corrupción y por la catástrofe en La Plata. Los festejos por la "década ganada" refuerzan el dispositivo, al intentar poner en la agenda los logros de las administraciones kirchneristas.
Claro que decir que existe cierto clima de descontento que hipotéticamente puede mellar la perfomance en las urnas del kirchnerismo no significa que automáticamente eso vaya a ocurrir: por lo pronto, el Frente para la Victoria tiene a la dirigente mejor considerada del país -la Presidenta- que, según dicen en la Casa Rosada, jugará a fondo su figura en la campaña y un dispositivo territorial que, aunque tensionado por los cambios en el balance interno del poder que ella misma propició- no tiene un equivalente comparable en la oposición.
Pero mientras el tiempo y la opinión pública procesan esas jugadas, el oficialismo ingresó aceleradamente en el período de definición de al menos tres claves electorales mayúsculas: la posición que finalmente adoptará Sergio Massa, el "caballero de la angustia"; la relación con Daniel Scioli, el aliado al límite de dejar de serlo y el armado concreto de las listas, con especial consideración a la incorporación de los militantes de "Unidos y Organizados" no solo en la papeleta nacional, sino especialmente en las que dirimen la composición de los concejos deliberantes.
Eso es lo que ya comenzó a discutirse en firme. Sobre Massa se especuló hasta el hartazgo: en su entorno dijeron que resolverá sobre el filo de la presentación de listas y mientras tanto inscribirá su Frente Renovador, para extender una incógnita que lo hace crecer en las encuestas. La inclusión de los jóvenes en las listas plantea en tensión más manejable que una eventual participación directa de Massa: la alarma que produce en el peronismo territorial, que en otras oportunidades -en 2009- ha respondido con el doble juego para blindarse.
Con Scioli el problema es otro: es seguro que no sacará "los pies del plato" electoralmente, pero la estrechez financiera que afronta su administración -que al menos en parte está en relación con la falta de un auxilio financiero nacional extra coparticipación que llegó desde Nación hasta que blanqueó su intención presidencial- se traduce en paros y dificultades de gestión que enturbian el clima social. El conflicto docente es especialmente significativo aquí: quedó sin otro horizonte de resolución que no sea determinar qué "bando" tiene más espaldas para sostener sus derivaciones negativas: el Gobierno, al que complica vía el malestar que genera en la población la falta de clases, o la dirigencia gremial, que debe mantener esas huelgas en medio de duros descuentos de sueldos.
¿Aflojará la Presidenta en este punto?
Por ahora, nada lo indica: el BCRA sigue sin recibir el expediente de Economía que habilita una nueva toma de deuda por $1.709 millones. Esa complicada relación se traduce otra vez con fuerza también hacia "abajo": esta semana quedó claro que el sciolismo en la Legislatura casi no participa en las reuniones de bloque del FpV, donde se cocina una reforma judicial que no tiene casi nada que ver con la que impulsa el propio gobernador: unos buscan replicar los cambios que impulsó a nivel nacional la Presidenta, los otros endurecer excarcelaciones y restringir el uso de armas. La coparticipación es otro punto: Scioli plantea cambiar el esquema nacional, sectores K comenzarán a discutir la semana próxima modificaciones a la provincial.
A la oposición también le cuesta estructurarse: esta semana vivió lanzamientos der candidaturas -Ricardo Alfonsín, Gerónimo Venegas- que solo se entienden como movimientos al interior de los frentes en formación para discutir listas desde posiciones de fuerza. Los chispazos que producen ese estilo de negociación siempre abren dudas sobre la ulterior estabilidad de los armados correspondientes.
Pero la oposición afronta otro problema, que la ata a los vaivenes del ciclo K: ya en plena carrera electoral, no logra saltar el cerco del discurso "negativo". Sus representantes se convirtieron en expertos críticos de las debilidades del modelo en el Gobierno (inflación, inseguridad, corrupción) pero no logran transmitir una visión clara de cuál es la alternativa que proponen.
Así las cosas, la oposición enfrenta su propio desafío: derivar parte de la energía que le insume cerrar la estructura en tres frentes en que por ahora se organizan sus principales exponentes (el macrismo no logra que el denarvaísmo lo acepte como aliado) a la elaboración de un mensaje que la identifique con el ejercicio del poder. Porque aunque estas son elecciones legislativas, aquí se juega mucho más que la composición del Congreso, y eso pesará en buena parte del electorado.