Sábado 20 de Abril de 2013
La demanda de unidad opositora como mensaje del 18A. Traducción política posible en la provincia.
Por temperamento dominante y contenido de las demandas concretas, la jornada nacional de protesta del jueves pasado puede ser leída, además de como un duro reproche de sectores medios urbanos al kirchnerismo, como una profunda interpelación a las fuerzas de oposición: una demanda más o menos subyacente de unificación que, pese a su potencia, difícilmente pueda tener una traducción electoral concreta en la provincia de Buenos Aires, donde probablemente abra un escenario en el cual crecen las chances de que termine produciéndose una puja entre peronismos.
Es claro que en un sentido, el kirchnerismo fue el destinatario principal del "18A". Lo que ocurre es que los efectos políticos de la movilización popular no pueden buscarse allí: el oficialismo no ha dado jamás una sola muestra de que vaya a torcer el rumbo de las políticas concretas (y del estilo general de ejercer el poder) que se le objeta. Está convencido de que la gente que ganó la calle nunca los votará y que actuar en función de sus reclamos equivale en vez de profundizar "el modelo" a enajenarse el apoyo de los que ya adhieren o podrían hacerlo en el futuro. Errado o no, ese es el diagnóstico.
En cambio, la oposición, algunos de cuyos referentes se animaron, por primera vez, a acompañar el reclamo en las calles, está, quiera o no, obligada a canalizar ese descontento, en principio, a través de una oferta electoral que lo transforme en poder concreto ya que, se sabe, el descontento, por sí solo, no genera política. De ahí que, más allá de los reclamos concretos (sobre la reforma judicial, sobre los aumentos de precios, sobre la inseguridad, en resumen, los que no son mera catarsis) el mensaje a los opositores es: unidad para no seguir siendo testimoniales.
En ese punto, exactamente, es donde comienzan las dificultades. Porque aunque casi todos los dirigentes del arco anti K consultados por DIB para esta nota coincidieron en que el electorado podría hacer caso omiso a las incompatibilidades ideológicas que podría suponer un esquema de unidad (algunos pocos creen que esa polarización incluso favorecería al kirchnerismo), también todos coincidieron en que ensayar un mega acuerdo de ese tipo, al menos en la provincia de Buenos Aires, es hoy, a dos meses del cierre del plazo de inscripción de alianzas, virtualmente imposible.
Tributan a esa imposibilidad, entonces, razones ligadas a la dirigencia opositora más que a la voluntad de la porción del electorado que la sostiene: primacías en las hipotéticas listas, tradiciones políticas divergentes, peleas personales que parecen irremediables. "Lo que sí podría darse es un acuerdo básico de todo el arco para sostener cuatro o cinco puntos básicos que deberían transformarse en ley en 2014", dijeron a DIB dirigentes de la UCR, el PRO, el FAP y el peronismo opositor. Es un objetivo de mínima, pero no es sencillo, a tenor de la experiencia que representó el "Grupo A".
En resumen, tal como venía ocurriendo antes de la protesta del jueves, la oposición, más allá de algunas declaraciones de ocasión, se estructura en dos polos, uno de centro-derecha que reúne a diversas variantes del peronismo opositor de diverso origen con Francisco De Narváez como candidato y uno de centro-izquierda, que componen el FAP, la porción alfonsinista de la UCR, CC anti "Lilita" Carrió, el Partido Socialista, la Unidad Popular y Libres del Sur, que alcanzó hasta ahora un menor grado de consolidación que el otro polo y no tiene todavía un candidato emergente claro.
Aún divididos de esa forma, ambos bloques todavía no están cerrados. El lunes, la centro izquierda realizará una reunión originalmente pautada para la semana pasada, en la que intentarán limar las asperezas entre la UCR y el FAP, que no quiere que el nombre del radicalismo figure en el sello final, tratarán de convencer a la CC de que no puede ser una tercera fuerza a la hora del reparto y trabajarán para que Horacio Cevallos acepte a los radicales. Este último no es un dato menor: sin Libres del Sur, el FAP pierde su composición y para incluirlo en el acuerdo habría que hacer una reingeniería completa.
La centro derecha, por su parte, no logra resolver la integración del macrismo. Al menos, no logra hacerlo en términos globales: puede haber acuerdo a nivel local (sobre todo en algunas comunas, como la de Vicente López), pero está complicada la lista de diputados nacionales, en buena medida porque Mauricio Macri y De Narváez no dan señales de recomponer su relación personal y, de hecho, porque el acuerdo sería asimétrico: el empresario peronista no lo necesita. "La verdad, todavía estamos muy lejos", se sinceraron operadores del macrismo, aunque aún no lo descartan.
Pero más allá de esa inconsistencia (y de que hoy el destino electoral de Gustavo Posse aparezca cubierto de un manto de dudas), lo cierto es que más estructurado, con más recursos fácticos (económicos y de estructura política), mejor posicionado en las encuestas y con un candidato ya instalado, el peronismo anti K aparece como el sector de oposición con más chances de polarizar con el kirchnerismo. Lo saben ellos, lo sabe el oficialismo e, incluso, lo admiten por estas horas, con algo de resignación, en la centro-izquierda.
En ese marco, la realización de las primarias podría favorecer una dinámica que drene votos al peronismo anti K: si esas elecciones se realizan (y, con el cronograma electoral ya publicado y la elección de consejeros de la magistratura difícilmente vigente para ese momento, casi nadie duda ya de eso) operarán como un adelanto de las de octubre y, en ese sentido, acentuarán la polarización. Existe, además, un factor adicional: en una legislativa generalmente la opción del voto útil se potencia (ya ocurrió en 2009), lo que podría incidir en el traspaso de votos hacia la opción opositora mejor posicionada.