Lunes 28 de Enero de 2019
Un análisis de sangre podría servir en el futuro para detectar en forma temprana el desarrollo de Alzheimer, una patología neurodegenerativa que en Argentina afecta a más de medio millón de personas.
Así lo sugiere un estudio liderado por científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en la Fundación Instituto Leloir (FIL).
Evidencias experimentales en pacientes y en modelos animales de la enfermedad sugieren que, en el cerebro afectado, disminuye el consumo de glucosa: la fuente principal de energía para las neuronas. Los investigadores creen que esa alteración puede ser detectada en las plaquetas, uno de los componentes de la sangre involucrados en el proceso de coagulación y en la reparación de vasos.
“Las plaquetas podrían reflejar en la periferia los déficits energéticos y los procesos de estrés inflamatorio y oxidativo que tienen lugar en el cerebro de los pacientes con Alzheimer”, afirmó la doctora Laura Morelli, integrante del Laboratorio de Amiloidosis y Neurodegeneración que lidera el doctor Eduardo Castaño en la FIL.
Tal como revela la revista “Neurochemical Research”, los investigadores de la FIL y sus colaboradores comprobaron que las ratas que reflejan algunos aspectos del Alzheimer presentan, en sus plaquetas, menor actividad de una de las vías de producción de energía de las células: la respiración mitocondrial.
“Los resultados avalan el uso de los perfiles energéticos de plaquetas como indicadores de la función energética cerebral”, destacó Morelli, quien también dirige el Programa de Medicina Traslacional para Innovaciones en Investigación, Diagnóstico y Tratamiento de la Enfermedad de Alzheimer, que cuenta con apoyo de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
“Sin embargo, se requieren estudios adicionales para validar su utilidad como potencial biomarcador de Alzheimer (en humanos)”, advirtió.
Del estudio también participaron Federico Prestia (primer autor del estudio), Pablo Galeano y Pamela Martino Adami, del laboratorio de Castaño, y Claudio Cuello y Sonia Do Carmo, de la Universidad McGill, en Montreal, Canadá.