Lunes 15 de Abril de 2013
El pontífice argentino recordó las palabras de san Francisco, que pedía a los sacerdotes "predicar el evangelio, y si fuera necesario también con la palabra".
Bergoglio destacó a quienes dan testimonio de la fe en la vida cotidiana.
El papa Francisco aseguró ayer que "la incoherencia" tanto de los fieles católicos como de los "pastores" entre lo que dicen y lo que hacen en su vida "mina la credibilidad de la Iglesia".
Así, Jorge Bergoglio puso el punto de atención sobre el comportamiento de los católicos durante su homilía de la misa en su primera visita como pontífice y obispo de Roma a una de las basílicas de la capital italiana, la iglesia de San Pablo Extramuros.
El pontífice argentino recordó las palabras de san Francisco, que pedía a los sacerdotes "predicar el evangelio, y si fuera necesario también con la palabra", refiriéndose a la importancia de predicar sobre todo "con la vida, con el testimonio".
Francisco se refirió a aquellos que predican la fe también con su "pequeño y humilde testimonio", aquellos que viven "con sencillez su fe en lo cotidiano de las relaciones de familia, de trabajo, de amistad".
"Hay santos del cada día, los santos ocultos, una especie de clase media de la santidad, de la que todos podemos formar parte", agregó.
También recordó, como hizo durante el rezo del Regina Coeli de la mañana en San Pedro, hablando de los católicos perseguidos, "que en diversas partes del mundo hay también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles, y entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con un testimonio marcado con el precio de su sangre".
En otro de los pasajes de su homilía, el pontífice explicó que "adorar al señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde, creer pero no simplemente de palabra que únicamente él guía verdaderamente nuestra vida" y "que estamos convencidos ante él de que es el único Dios".
Ante ello, invitó a los fieles a despojarse "de tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad".
"Son ídolos que a menudo mantenemos bien escondidos; pueden ser la ambición, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida, algún pecado al que estamos apegados y muchos otros", añadió.