Miércoles 7 de Agosto de 2013
La obra "Las putas de San Julián", escrita y dirigida por Rubén Mosquera, retoma un capítulo de "La Patagonia rebelde" que por censura no se incluyó en la película de Héctor Olivera.
La obra "Las putas de San Julián", escrita y dirigida por Rubén Mosquera, con Osvaldo Bayer como protagonista, es una experiencia que trasciende lo escénico y puede disfrutarse en el Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, los miércoles a las 20.
El origen de la pieza está en un capítulo del libro "Los vengadores de la Patagonia trágica" luego llamado "La Patagonia rebelde" a partir de la película que lo popularizó, y narra la negativa de las pupilas de un prostíbulo a atender a miembros del Ejército que en 1921 masacraron a obreros en el entonces Territorio Nacional de Santa Cruz.
A modo de folletín con tangos de la época, la pieza se inicia con la aparición de Bayer, muy elegante y con sus 86 años a cuestas en su primera comparecencia en un escenario teatral: los aplausos son espontáneos, emocionados, de veneración.
Bayer cuenta que el episodio debía rematar la película filmada en 1974 por el director Héctor Olivera, pero que a pesar de estar por esos días bajo un gobierno elegido por las urnas, los militares metieron presión para que el hecho no llegase a la pantalla.
De a poco empieza a ser cortejado por una bellísima mujer (Laura Wich), que no es otra de las prostitutas sino la mismísima Muerte, un personaje con el que el escritor se ha cruzado muchas veces y con quien coquetea a lo largo de toda la obra.
La parte dramática destaca la relación doméstica de esas chicas en estado de prostitución con la madama del lugar y los humildes clientes, peones en estado de semiesclavitud que cada vez que cobran su sueldo buscan algo de compañía.
Pero ese régimen en verdad feudal en el que los terratenientes eran dueños de vidas y haciendas se vio conmovido con la llegada, hacia 1920, de obreros anarquistas polacos, españoles e italianos a los que Bayer viene homenajeando desde las páginas de sus libros y sus columnas periodísticas.
Con esos arribos la mansedumbre se transforma en luchas y la consiguiente represión a la que el autor no duda en adjudicarle verdugos: los patrones rurales, el Ejército representado por el teniente coronel Varela y el gobierno de esos años, a los que acusa de matanzas multitudinarias negadas por la historiografía liberal.
Frente a esa carnicería, reflejada en los diarios porteños de la época como hechos sucedidos en la enorme lejanía que significaba la Patagonia, las cinco mujeres del prostíbulo deciden realizar ante los asesinos una huelga sexual al mejor estilo de la que la Lisístrata de Aristófanes emprendía hace 25 siglos.
Juego escénico
Hay un interesante juego escénico en la introducción de dos personajes: Bayer a los 40 años (Pablo Palavecino) y a los 80 (Lucio Cerdá), que dialogan entre sí e incluso con el ser real al que están representando. Ese juego de comedia, en el que el texto de Mosquera se nutre obviamente de sueños y confesiones del Bayer real, sirve para descomprimir las violentas escenas en que las mujeres son castigadas y en las que reivindican, como en "Fuenteovejuna", la responsabilidad colectiva de su decisión.
A los 86 años el hombre que ha sido testigo de las luchas del siglo XX, sigue reivindicando la educación democrática que le dieron sus padres y soñando con su Marlene (Dietrich), su ángel de la guarda elegido, ambos personajes a cargo de Analía Slonimsky.